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¿Puedo quedarme con sus juguetes?, sí, -absorbiendo las lágrimas, le contesté-, e inmediatamente ordenándolos los guardó cuidadosamente en sus cajas. Transcurridos unos días, y observando que no los utilizaba, le pregunté. Son iguales a los míos, -me dijo-, además están más nuevos, -añadió-. Desconcertada comenzó a inquietarme su proceder. Pasado un tiempo, insistí, volviéndole a preguntar. Solo quería, -me respondió-, que no los tiraras, como hiciste con las cosas que se olvidó papá. Algunos años más tarde, comprobé desolada, que aquel día, además de ordenar y guardar los juguetes de su hermano, el pequeño Javi, había hecho lo mismo, con recuerdos y sentimientos.