A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias, se siente frustrada. La vorágine con la que había comenzado aquel día, motivaba que se acentuara en ella esa sensación. Activado el despertador, no funcionó, ya retrasados, la precipitación fue inevitable. El intenso tráfico contribuyó a incrementar la demora. Perdido el turno asignado, tuvimos que esperar hasta el final. Recibidos, se produjo una interrupción para cotejar determinada información. Al final, escuchamos: la hipoteca ha sido denegada. Ella, ya afuera, me enseñó un presupuesto de algunas sencillas reformas de nuestro viejo piso. Hoy en él, con el previsto antídoto de mi querida estratega, la felicidad y el alivio conviven con nosotros.
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