Entonces es martes, seguro, por lógica. Qué manía de argumentar así cualquier afirmación o actuación por irrelevante que fuera. Sin embargo al finalizar aquel aciago día, no podía justificar las “meteduras de pata” que había ido encadenando. Desayunando dio un sorbo a la taza que no era suya. Después en el ascensor comprobó que llevaba una gabardina que no le pertenecía. Más tarde, -esta sí que fue gorda-, despotricó a tope de su jefe desconociendo su presencia. Al día siguiente, no dudando que la lógica con seguridad cumpliría su función, pensaba que a media mañana estaría despedido. Sorprendentemente no fue así, no le permitieron ni entrar.
1 comentario:
Has atrapado esa chispa de angustia en el momento justo. El convencimiento en la certeza... o mejor aún, la terrible inconsistencia de lo previsible.
Un cuento magnífico.
Un abrazo,
Sole.
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