La de los días de lluvia, su sensación era relajante. Le gustaba escuchar discurrir el agua, el olor a humedad, y experimentar cierta intimidad bajo el cobijo del paraguas. Así caminaba, meditando y dubitativa respecto la cita que tenía concertada. Al volver una esquina el paraguas se le dio la vuelta, un autobús la salpicó, y al retroceder la obligó a pisar un charco rompiéndosele un tacón. No se contrarió, se quitó los zapatos y adentrándose en un parque cercano reflexionó, “la lluvia no puede enviarme un mensaje equivocado”. Desistió de la cita, de cuyo éxito ahora desconfiaba, y como la lluvia, el alivio la empapó.
1 comentario:
Estupendo micro.
Son señales... las señales que todos llegamos a percibir en algún momento.
¿O la mágica cadencia de la lluvia?
Un abrazo,
S.
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