jueves, 23 de julio de 2009

La metafora del banco (I)


Cuantas veces Arturo, a lo largo del ejercicio de su profesión de docente como profesor de una rama de Humanidades, había tenido presente a la hora de preparar la exposición de las distintas lecciones, la metáfora del banco, fuente y compendio de enseñanzas que tenía profundamente interiorizadas, observando desde su infancia el transcurrir de la existencia en la casa de su amigo Manolo. Esta observación se enriquecía escuchando la sabia interpretación que, a menudo, hacía de la vida, su inolvidable padre, así como prestando atención a la actitud que este siempre había sabido mantener.


Esta familia ocupaba una humilde vivienda de planta baja, como la mayoría de la barriada, en las inmediaciones de la de Arturo. Manolo era el hijo mayor del señor Antonio y de la señora Petra, quienes tenían dos hijos más: Juanín, que era el mediano y Fide, la pequeña de aquella familia. Todos ellos encajaban en el tipo de familia que predominaba en el entorno: gente humilde, honrada y trabajadora que con más tesón e ilusión que medios, trataba de salir adelante apechando con sus tareas cada jornada. En aquel ambiente había alguna familia con más posibles y algo más de confort en su hogar, como era la de Arturo, lo que le permitiría a este, en su día, acceder a una carrera universitaria, algo entonces verdaderamente inusual para aquella sociedad con importantes carencias.


Arturo observaba que la familia de su amigo Manolo, a pesar de ser de las más modestas, sin embargo era a la que más se acudía en demanda de algún servicio o remedio para una determinada emergencia por parte de la mayoría de los convecinos. Esto desde pequeño no dejó de intrigarle, hasta que un día Manolo trató de explicárselo: –Mira, Arturo aunque mi padre trabaja en una serrería, en casa hace trabajos de carpintería y ebanistería a los que como tú ves le echamos una mano mi hermano y yo. También hace reparaciones en las casas, pues sabe arreglar cerraduras, bisagras o fallebas de las ventanas-.y siguió contándole:- Mi madre coge puntos a las medias y hace algún arreglo de ropa; yo ya llevo dos años en el taller de electricidad y, si puedo, hago algo de lo que he aprendido; y Juanín al estar en la farmacia de ayudante, hace algún recado o encargo-, y concluyó diciéndole: - Fide, que ya ves a diario como ayuda a mi madre, tiene muy buena mano para los oficios de casa, y nunca le importa hacer un favor a cualquier vecina que se lo pida-. Mientras escuchaba Arturo las explicaciones que, respecto a las actividades de su familia le estaba dando Manolo, comenzaba a entender el porqué aquella vecindad frecuentaba con tanta asiduidad el domicilio de su amigo.


A Arturo le maravillaba la actividad que esta familia desempeñaba con gran sencillez y sin buscar el interés propio, despertando su admiración. Para él que ya hacía tiempo había superado la adolescencia, no dejaba de ser un motivo de constante reflexión; pues los estudios que sucesivamente iba realizando unidos a la formación con ellos adquirida; al tiempo que la observación de la vida que discurría a su alrededor, le ponían de manifiesto las dificultades que existían para sobrevivir de manera digna y honesta. Encontraba la respuesta contemplando la actitud de la familia de su amigo Manolo, cuya casa desde pequeño frecuentaba y en la que era cariñosamente acogido.


Para Arturo, la fascinación y el carisma de aquella entrañable familia los ostentaba el señor Antonio. Era un hombre de estatura más bien alta, fuerte complexión, el pelo algo rizado siempre peinado hacia atrás y de rostro agradable, en el que no se ocultaban signos de las secuelas de la vida dura que había tenido que afrontar. Había quedado huérfano de padre a los ocho años, y se había visto ya entonces obligado a responsabilizarse de una casa en la que la viuda apenas contaba con recursos para teñir de luto su escasa indumentaria. Tuvo que enfrentarse algunos años más tarde a la dura supervivencia durante la tragedia que representó la Guerra, así como poco después a crear una familia en una situación muy precaria. Todo ello no impidió que aquel hombre, tanto con el mono de trabajo como con la ropa ordinaria, exhibiera siempre un porte digno al igual que un recto y ejemplar comportamiento, lo cual unido a su permanente disposición de ser útil a los demás, hacía que siempre despertara la simpatía y afecto de todos los que le frecuentaban y conocían.


Con el ininterrumpido trato que Arturo había mantenido con la familia de su amigo Manolo, lo que a lo largo de su vida consideraría un privilegio, pudo comprobar que en el padre de este concurrían cualidades que no eran frecuentes hallar en hombres con un origen tan humilde y complicado. Al fallecer su progenitor, había tenido que desistir del acceso a las enseñanzas más elementales. Sin embargo, observando que su principal actitud ante la vida era la de luchador incansable, Arturo pudo cerciorarse por innumerables motivos y en múltiples ocasiones, que el señor Antonio era un verdadero autodidacta, a la vez que muy intuitivo. Asimismo, siendo este hombre un encantador idealista, ello no le impedía que en determinadas ocasiones en que la vida se lo pudiera exigir, se comportara como el ser más pragmático. Otra cualidad, que no pasaba desapercibida, era que siempre mostraba una extraordinaria seguridad en sí mismo, en cuanto manifestaba y en su manera de proceder

Un día hallándose en casa de su amigo esperando a que concluyera un trabajo que su padre le había encomendado, su madre la señora Petra, una trabajadora infatigable y de una bondad que cautivaba a Arturo, le contó: –Este hombre mío por avatares de la vida que tu ya sabes de sobra , nunca tuvo a su alcance el poder completar ni siquiera los estudios más elementales de nuestro tiempo, teniendo que ser yo la que le enseñara las cuatro reglas, así que fíjate que maestra ha tenido-, y siguió diciéndole:-, Pero siempre le ha gustado mucho leer, a pesar de la falta de tiempo, incluso ahora todavía se quita horas de sueño y de descanso, para acabar la lectura que pueda traer entre manos -. También recuerda que aquel día le dijo: –A lo largo de su vida le atrajo escuchar a quien tuviera más conocimientos que él. Ahora ya no, pero en su juventud asistía a asociaciones obreras que trataban ideas políticas y sociales, que a él le acarreaban bastante zozobra y desasosiego - . Llegado a este punto Arturo recordó que en una ocasión él mismo le comentó, que en su día había asistido a un acto en el que intervino Miguel de Unamuno, cuya charla, si bien le habían aclarado muchas cosas, otras probablemente no las había entendido de manera suficiente y le habían creado más confusión.


Arturo pudo comprobar de qué manera tan firme, en aquella familia, se habían trasmitido a todos sus componentes, los valores tanto de carácter humano como de supervivencia que representaban los progenitores, corroborando algo así como la teoría de la herencia genética en este aspecto. Manolo aparte de ser un amigo leal, tenía desde pequeño un constante afán de superación tanto en el aspecto meramente personal como en el concerniente al profesional. Juanín era especialmente extrovertido, vivaz, y con una fantástica disposición de ser útil y servicial a todo el mundo y de manera especial a su familia. Fide, si bien no era muy agraciada físicamente, al contrario que sus dos hermanos, tenía un carácter cándido y dulce con el que se hacía querer por todos los que la conocían; siendo, en todos los sentidos, el complemento perfecto de aquella familia.


La cocina era la pieza de la casa de su amigo Manolo que más atraía a Arturo, pero no por lo que inevitablemente podría presuponerse, sino porque en ella el señor Antonio tenía establecido como él eufemísticamente denominaba su “patio de operaciones”. Dejando a su mujer el espacio indispensable para las labores propias de aquella estancia, allí tenía alojado un clásico banco de carpintero con el correspondiente torno, en cuyo interior albergaba todas las herramientas y accesorios propios de tan antiguo oficio. También era donde realizaba los trabajos y montajes de los encargos que le hacían, si bien a veces por la envergadura de estos, se veía obligado a invadir la sala-comedor, contratiempo que a pesar de la incomodidad que pudiera representar, la familia ya tenía asumido.


Cuando Arturo recuerda entre muchísimas cosas, los sonidos y olores de aquella cocina-taller, más taller que cocina, piensa que al igual que Vivaldi, el fantástico músico veneciano, identificó con diferentes melodías las estaciones del año; los acordes que emitían las distintas herramientas que sucesiva y magistralmente iba utilizando el señor Antonio, también identificaban la que estaba empleando, así como la tarea que estaba realizando e incluso su estado de ánimo. Respecto a los olores como podían ser los que desprendían las maderas, el serrín, las virutas, la cola o la nogalina y el barniz, componían una fragancia que identificaba como ninguna otra el sudor del esfuerzo del trabajo honrado que allí se realizaba, la concentración para el buen hacer y la intensa búsqueda con ilusión de la conclusión de la obra bien hecha, fin que aquel hombre integro siempre perseguía.


Arturo nunca olvidará la figura del padre de Manolo en aquel espacio. Hoy aun no le cuesta recordarlo, con su característica ropa de trabajo, abstraído en la obra que se hallaba llevando a cabo, con el clásico lápiz de carpintero sujeto en una oreja y el inconfundible metro situado en el bolsillo posterior siempre a mano, quien al detectar la presencia de alguien, como la habitual del amigo de su hijo Manolo, utilizando su mirada como mensaje no verbal, le invitaba a esperar que concluyera lo que pudiera estar en ése momento haciendo, para poder a continuación hacer un alto y echar un parlao, como tenía costumbre de decir. La conversación que a continuación tenía lugar, siempre entusiasmaba a Arturo, pues no recuerda a nadie que en aquellos años ya con sus estudios universitarios iniciados, le enseñara de manera tan simple y sencilla, la forma de afrontar con ardor las distintas dificultades de cada día, así como el modo de conseguir con ilusión el logro de las sucesivas metas y proyectos.


A Arturo le sorprendía que este hombre, bastante fustigado por la vida, nunca hiciera un reproche a lo que la misma y de manera tan adversa le había deparado, y recuerda que en cierta ocasión le escuchó decir al respecto: –Atiende hijo, y no lo olvides, la madera que ves que utilizo procede de un árbol y cuando esta se obtiene de él no sabe para qué va a ser empleada, puede ser para un mueble elegante, para un sillón confortable o para el radio de la rueda de una carro, y no puede hacer nada para cambiar su destino.-Y continuó así la reflexión: - Pues el hombre cuando nace desconoce igualmente cual va ser su destino y su transcurrir en la vida, pero a diferencia de la madera que es manipulada por las distintas herramientas, el hombre tiene la capacidad de ser él el que manipule todas las herramientas, y es responsabilidad únicamente suya el hacerlo bien o mal. Si actuando así a lo largo de la vida lo ha intentado honrada y tenazmente, obtendrá una inmensa satisfacción sean los que sean los resultados obtenidos-. Anonado por tan sencilla y contundente exposición, Arturo escuchó que le continuaba diciendo: -Por ello, atribuir a los orígenes como a las circunstancias adversas en que se pueda desenvolver la vida, para disculpar nuestra andadura y comportamiento en ella, nunca debería hacerse-. Y finalizó añadiendo: -El hombre, al contrario de la madera, como antes te decía, tiene una extraordinaria capacidad para ser el que manipule la gran cantidad de herramientas con que cuenta, y así utilizándolas de manera firme y constante, le llevaran a lograr sus propósitos o por lo menos conseguirá la satisfacción de haberlo intentado sin regatear esfuerzos-.


Aunque Manolo era su íntimo amigo, Arturo mantenía una magnífica sintonía con sus hermanos. Así un día cuando regresaba a casa coincidió con Juanín, diminutivo que todos seguían empleando para llamarle, a pesar de que los años le iban transformando físicamente de forma que demandaba más bien el empleo del aumentativo. Comentando ambos los acontecimientos tanto políticos como sociales que en aquella época se sucedían, y que no dejaban de ser un motivo de inquietud para una generación que aun tenía mucha vida por delante, le dijo el hermano de su amigo: –Si hablas con mi padre no lo hagas sobre la situación política que vivimos, pues al pobre hombre ahora no hay otro tema que más le pueda descolocar. Aunque tu sabes que tiene sus ideas, ante el panorama que tenemos en estos días, nos dice que los nuevos proyectos y reformas que está oyendo que se pretenden hacer, deben realizarse convenciendo primero con los hechos al individuo más humilde, y no empleando tantas palabras que pronuncian personajes, que él cree, que ni tienen su propio convencimiento en relación a todo lo que están pregonando -. Finalmente terminó diciéndole:- Mi padre no se cansa de predicarnos, que como siempre, lo principal es que nunca nos cansemos de adquirir la mejor formación, que nos pueda permitir juzgar de la mejor manera tantas ofertas y discursos maravillosos que se escuchan estos días. El nos machaca insistiendo que es así como podremos ser nosotros los que fijemos la pauta y los objetivos de nuestra vida-. Según se despedían y haciéndole un guiño le señaló Juanín:- Ahora ya sabes a qué atenerte conociendo como está el “patriarca”-y se alejó en dirección a su hogar.


Pensando Arturo cuando se aproximaba a su domicilio, después de dejar a Juanín camino del suyo, lo que este le había comentado en relación a su padre, recordaba que con motivo de una conmemoración política, no hacía mucho tiempo el señor Antonio le había dicho: –Contando yo con veinte años recién cumplidos, viví de forma muy especial y emocionada e incluso participativa, un importante y trascendental cambio político. Las perspectivas que se ofrecían eran muy interesantes e ilusionantes, pero no tardé mucho tiempo en comprobar que aquellos logros que se ofrecían exigían el pago de un alto precio que como siempre lo íbamos a satisfacer en primer lugar los mismos de siempre. Así fue como transcurrido menos tiempo del que cabía prever me encontré en una edad muy complicada con una encrucijada llena de diferentes problemas e importantes y graves dificultades, dándome cuenta que era yo solo el que tenía que resolver tan conflictiva situación, y afrontar igualmente solo la búsqueda del futuro que deseaba para mí. De esta forma a partir de entonces me transformé políticamente en un ser escéptico, y me fijé como objetivo exclusivo lograr con mi esfuerzo y con mi precaria formación, que la vida que deseaba dependiera únicamente de mí.- De esta forma Arturo comprendía la advertencia que acababa de hacerle el mediano de los hijos del señor Antonio.