martes, 25 de octubre de 2011

Una cicatriz indeleble

IMAGEN:
http://www.pulevasalud.com/ps/index.jsp

¿Puedo quedarme con sus juguetes?, sí, -absorbiendo las lágrimas, le contesté-, e inmediatamente ordenándolos los guardó cuidadosamente en sus cajas. Transcurridos unos días, y observando que no los utilizaba, le pregunté. Son iguales a los míos, -me dijo-, además están más nuevos, -añadió-. Desconcertada comenzó a inquietarme su proceder. Pasado un tiempo, insistí, volviéndole a preguntar. Solo quería, -me respondió-, que no los tiraras, como hiciste con las cosas que se olvidó papá. Algunos años más tarde, comprobé desolada, que aquel día, además de ordenar y guardar los juguetes de su hermano, el pequeño Javi, había hecho lo mismo, con recuerdos y sentimientos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Venganza musical

ORIGEN DE LA IMAGEN:
http://elbosquedetrimbolera.blogspot.com/2011/08/las-bandurrias.html

Toca jotas bastante desafinadas que, adentrada la noche, escucho pasando bajo la ventana del viejo caserón. He oído siempre música de cierta calidad discurriendo por allí. Ignorando quien lo habita, pensaba que debería ser un melómano. Intrigado, consulto a algunos que frecuentan el lugar. Sí, -me dice alguien-, es Don Lisardo, que ya jubilado, ha adquirido una bandurria, y está aprendiendo a tocarla. No aclarada la identificación del sujeto prosigo mis indagaciones. Al final resulta ser el que, durante años, fuera tocólogo del barrio, que ahora, con sus estridentes  serenatas, interrumpe el descanso de muchos, que antes se lo interrumpieron a él.

martes, 4 de octubre de 2011

Cuestión de géneros

Este gordo ocupa mucho lugar, sí, pero es el que le corresponde, -le dije-. Continuando con la tarea, prosiguió haciéndome objeciones de carácter estético. Ahora se trataba de uno excesivamente delgado, y después, cuestionaba el acomodo de otros, considerando su color o determinada dimensión. Desbordada por la sorprendente riqueza que acababa de invadir su vida, quería atender con su peculiar estilo a los diferentes frentes que el nuevo escenario de la misma la ofrecían. Desesperada, desistí de continuar ayudándola, pero antes le hice saber, que en lo sucesivo no olvidara, que el orden de la cultura era completamente diferente al de la mercería que regentaba.