miércoles, 21 de septiembre de 2011

La desobediencia de los corderos

Todos apretujados en aquel enorme congelador, allí nadie lograba entenderse, era incómodo y decepcionante. Idéntica sensación tuve días después, esta vez en un gigantesco y maloliente microondas.  Ocurriría igual en un inhóspito e irrespirable contenedor, con un estridente ruido infernal. No encontraba el aliciente que pudiera estimular a nadie, además, para muchos, unos estudiando y otros en busca de un trabajo, estas duras “pruebas” de nada nos servían. Cuando acudía, atendiendo a la rutina, a una nueva, “divertida” y “fantástica” convocatoria, al observar el camión de ganado que en aquella autovía me precedía, instintivamente, abandonándola en la primera salida, me di la vuelta. ¡Qué a gusto!

domingo, 11 de septiembre de 2011

Un fracaso prematuro

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura, que ironía, se dice, recordándole compartiendo fascinantes sueños y proyectos. Su llegada, de manera habitual, es seguida de indisimulados gestos de superioridad e indiferencia. Como sabe que lo que demanda, hasta ahora, nunca es cuestionado, con soberbia se recrea exigiendo las cosas más peregrinas. Hoy, después de una prolongada estancia en el despacho del preboste, le ha visto abandonarlo, como un perrillo apaleado solicitando una caricia. Su vertiginosa caída del Olimpo en el que se hallaba, no la reconforta, pues en la apuesta que enamorados e ilusionados, un día ambos hicieron, ella fue la primera que comenzó a perder.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Una sabia lectura


Ella sabrá lo que hace, espero. La hora del trabajo está próxima, y ni la ropa ni el desayuno están preparados. Haciendo tímidos ruidos merodeo en el dormitorio, aun así, permanece en la cama sin indicios de que vaya abandonarla. Si bien su afición a las lecturas más diversas, a pesar del cansancio de sus también duras jornadas, hace que demore su abandono en los brazos de Morfeo, eso no impide que sea la primera en levantarse. Esta consideración hace que aumente mi preocupación. Finalmente, la taquicardia me acecha, cuando en la mesilla veo el título del libro, “Abstente de dar y comienza a pedir”.