domingo, 11 de septiembre de 2011

Un fracaso prematuro

Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura, que ironía, se dice, recordándole compartiendo fascinantes sueños y proyectos. Su llegada, de manera habitual, es seguida de indisimulados gestos de superioridad e indiferencia. Como sabe que lo que demanda, hasta ahora, nunca es cuestionado, con soberbia se recrea exigiendo las cosas más peregrinas. Hoy, después de una prolongada estancia en el despacho del preboste, le ha visto abandonarlo, como un perrillo apaleado solicitando una caricia. Su vertiginosa caída del Olimpo en el que se hallaba, no la reconforta, pues en la apuesta que enamorados e ilusionados, un día ambos hicieron, ella fue la primera que comenzó a perder.

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