miércoles, 29 de abril de 2009

Una edad, un tiempo, una ciudad,...Salamanca (y IV)

EPÍLOGO: EDAD ADULTA

Rafa después de un destacado periplo profesional en la empresa ferroviaria a la que pertenecía desde su juventud, aceptó, previa consulta con su mujer, una guapa aragonesa que había conocido cuando estuvo destinado en Zaragoza, la prejubilación que le habían propuesto, y de común acuerdo, la pareja decidió trasladar su residencia que entonces tenían en una población cercana a Madrid, a Salamanca, ciudad constantemente añorada por Rafa, y que no hacía mucho había estado de permanente actualidad de una manera muy especial, por haber sido designada Capital Europea de la Cultura. En ella, aunque su padre ya hacía años que había fallecido, aun tenía a su madre, que a pesar de la edad, todavía se conservaba bastante bien conviviendo con su hermana Aurorita, que estaba soltera, pues Nines se había casado y, por circunstancias laborales de su marido, residía ya hace años en Barcelona, mientras que Angelito, después de dedicar unos años a la carrera sacerdotal, había abandonado los hábitos y ejercía de profesor de Filosofía en un Instituto de Zamora, dónde se había casado ya algo mayor, con una profesora de Lengua, teniendo su domicilio en la ciudad del Duero.





Apenas instalado el matrimonio en la ciudad, una mañana desayunando, le dijo Rafa a su mujer: –Hoy sin falta voy a quedar con Mati – del cual siempre le estaba hablando –pues aunque no hemos dejado de estar en contacto por uno u otro motivo, ahora no es lo mismo; que los dos tenemos todo el tiempo para nosotros. Ya sabes que él lleva jubilado unos años por aquel acuerdo con la empresa telefónica en la que trabajó desde que cumplió el servicio militar en Ingenieros, que, por cierto, creo que es lo único en lo que este hombre tuvo suerte – Pues Rafa de sobra sabía que Mati, después de haber sufrido la prematura muerte de su madre y los penosos años que tuvo que convivir con su padre, con la desagradable deriva que éste tomó cuando ella faltó, tuvo que responsabilizarse de la casa, ya que su hermano Juli, una vez casado, se preocupó solamente de su nuevo hogar, y el pequeño Santi, a su vez, de sus estudios, con los que al final consiguió un importante puesto en una Entidad Bancaria, que profesionalmente le había conducido a crear y establecer su familia en una población importante de la parte de Levante – Y fíjate, -le continuaba diciendo a su mujer-, lo que le habrá costado superar lo de Isa – pues ésta falleció al poco tiempo de jubilarse Mati, cuando los dos tenían por delante un sinfín de proyectos para disfrutar, ya que se habían casado nada más licenciarse Mati e ingresar éste en la Compañía de Teléfonos, habiendo tenido en su matrimonio por unas causas u otras más sinsabores que satisfacciones.

De esta forma, aquella mañana de un apacible otoño, muy característico de la capital charra, Mati y Rafa se encontraron en una de las cafeterías existentes en el Paseo de Carmelitas, un espacio de la ciudad que a los dos, desde chavales, siempre les había gustado. Después de darse un fuerte abrazo y pedir sendos cafés, se sentaron a departir sobre los últimos acontecimientos de sus respectivas vidas. Mientras hablaban, Rafa no apartaba la vista de una especie de estuche de cartón de tamaño mediano que Mati había depositado encima de la mesita que ambos compartían, y éste, que a pesar de los años no había perdido su dotes de hombre observador, le dijo a su amigo: -Cómo veo que llevas un rato pensando cual puede ser el contenido de esta caja ábrela tu mismo y luego me dices que opinas de su contenido –Rafa procedió de manera inmediata a cumplimentar la invitación de su amigo.



La sorpresa y la emoción que le produjo a Rafa lo que aquel estuche contenía, fue tan profunda que no pudo evitar que los ojos se le humedecieran y contener alguna lágrima, pues tenía ante él un libro titulado “LA CIUDAD QUE VI” del fotógrafo salmantino Guzmán Gombau, que recogía un amplísimo compendio de atractivas imágenes y fotografías, que con anterioridad y de manera sucesiva desde hace algunos años había venido publicando y aun lo continuaba haciendo un periódico semanal gratuito de Salamanca llamado DGRATIS, en las que aparecían diferentes y característicos lugares de la capital charra tal cómo eran durante la niñez, adolescencia y juventud de aquellos amigos. Contemplándolas, los dos amigos, de manera emocionada, apreciaban y comentaban sin disimular la nostalgia que a ambos les invadía, las notables diferencias entre la ciudad que aquellas fotografías representaban y la que ellos ahora contemplaban. Sabían ahora los dos, jubilados y con las cicatrices que de diferente índole la vida en ellos había dejado, que esta ciudad, a pesar de los asombrosos cambios experimentados, seguiría siendo la que siempre habían querido, como inigualable escenario de sus vidas, y en la que ahora se proponían disfrutar todos los años que el destino les tuviera reservados en su nueva situación, renovando e intensificando cada día su inquebrantable amistad.

Mati se despidió de Rafa después de haber estado un largo rato examinando y elogiando una y otra vez aquella fantástica y emotiva publicación. Rafa, según veía a Mati alejarse, se preguntaba qué podría hacer él en lo sucesivo, para conseguir que de su amigo desapareciera aquella tristeza y melancolía que en él se había instalado. Y reflexionando sobre ello se dirigió a casa portando aquella obra y para él ahora entrañable documento, cuya existencia el desconocía, y que Mati con el cariño y la naturalidad de la que siempre con él había hecho gala, le había regalado como mejor testimonio de todo lo que a los dos amigos les unía.

Mientras caminaba, Rafa pensaba, a propósito de aquellas fotografías que tanto le habían sorprendido: -Verdaderamente estas imágenes representan de forma magnifica, los lugares más entrañables y profundos donde han ido quedando las huellas de nuestras vidas, con sus emociones, ilusiones y también decepciones- y asociando éste pensamiento a una obra de reciente lectura del autor Mario Benedetti, continuaba en su meditación: -Ahora si que Mati y yo, podemos coincidir con éste escritor uruguayo ubicándonos en este extraordinario álbum fotográfico, cuando él dice, “DE TODOS LOS TIEMPOS, LOS VIEJOS Y LOS NUEVOS, QUEDAN LAS VIRUTAS DE LA VIDA” , pues muchas de las nuestras se hayan esparcidas en lugares y rincones de nuestra querida Salamanca, cómo los que aparecen en este sorprendente libro.

No hay comentarios: