Y dio otro bocado, abundante y apetitoso como siempre. Sus peculiares cálculos, en absoluto preveían que iba a ser el último. La prepotencia y voracidad que exhibía eran exultantes, por lo que los de su entorno, a los que ante tanto hartazgo la boca se les hacía agua, veían inverosímil que un horizonte distinto pudiera agobiarle. El comedimiento y la previsión nunca los había considerado bienes de inversión, y ahora su cotización, a pesar de la inapelable propuesta dietética que acababa de recibir, seguía sin apasionarle. Desconcertado, comenzó a envolver las escasas migas del postrero bocado en el papel de la dramática comunicación bancaria.
1 comentario:
Sencillamente brillante.
Espero que nunca necesitemos semjante envoltorio para nuestro bocata de media mañana...
Un abrazo,
S.
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