jueves, 17 de noviembre de 2011

Fatalidad

Tal vez si hubiera preguntado dónde, se recriminaba desorientado, envuelto el corazón en la bruma de sus sencillas ilusiones. Oyendo abrir una puerta, consultó al que lo hacía, pero sin contestar, éste se apresuró a cerrarla. Viendo a alguien asomado a una ventana quiso preguntarle, el cierre inmediato fue la respuesta. Tampoco obtuvo resultado dirigiéndose a un anciano y apacible viandante, si bien le informó, que él había comprobado, que encontradas algunas puertas, con frecuencia su hermetismo las hacía inexpugnables. Regresó acompañado de la frustración, las puertas de la esperanza y de la felicidad, la fortuna, una vez más, no había querido precisarle dónde se hallaban.

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