jueves, 10 de noviembre de 2011

Nunca es tarde.

¿Y cuándo será el incendio?, -preguntó al director-, él, dubitativo, esgrimió un gesto inexpresivo. Últimamente los que le frecuentaban estaban alarmados, pues insistía anunciando los deseos de eliminar el lastre que le impedía realizar sus ya añejos sueños. Confesaba, que íntimamente había sentido siempre la atracción por disfrutar la experiencia de la vida incierta y bohemia, y convivir con personas portadoras de inquietudes diferentes a las suyas. Ahora, sin familia cercana, ni responsabilidades, pensaba que era el momento inaplazable. Bueno, Don Arturo, -reconviniéndole amigablemente le dijo el director-, pero antes indíquenos: ¿Qué hacemos con su extensa documentación académica, y dónde instalamos a sus viejos compañeros?.

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